«I looked like an angel, but I was a fiend inside»…
«Parecia un angel, pero era un demonio por dentro»…
Esto es lo que Lee Miller (EEUU,1907) pensaba de si misma después de haber abandonado su vida como reportera fotográfica y retirarse a vivir a una granja en Sussex en 1947. Allí guardó los miles de negativos y hojas de contactos en una caja en el desván, y allí quedaron escondidos hasta que, tras su muerte en 1977, los encuentra su nuera Susana, la mujer de su único hijo Antony Penrose. Junto al material fotográfico su hijo también encontró varios diarios y descubrió, no solo la carrera como fotógrafa de su madre, sino algunos detalles de su vida que le hicieron comprender el porqué de la atormentada, y a veces cruel, personalidad de la mujer que el había conocido.
Su especial belleza fue para Lee fue un arma de doble filo. Su infancia se quebró cuando fue violada por un conocido de la familia con tan solo siete añitos. Si esto no hubiera sido suficientemente terrible, encima este desgraciado la infectó de gonorrea. Su madre, que había sido enfermera, la sometió durante años a un tratamiento doloroso e invasivo, incluso desinfectaba todo lo que la niña hubiese tocado. Su padre, fotógrafo aficionado, decidió entonces, parece que con buena intención pero creo que no con mucho acierto, hacer posar a su hija desnuda para sus fotografías a modo de peculiar exorcismo que continuo a lo largo de toda su adolescencia. Sigue leyendo