Este autorretrato de Eva Besnyö (Budapest,1910) fue realizado en 1931 durante su estancia en Berlin. Había escapado del fascismo de Hungría, donde nació y pasó su infancia, y ahora, siendo judía y de ideas marxistas, le tocaba abandonar Berlin bajo la amenaza del nazismo. En 1932, emigra a Amsterdam pero cuando los alemanes ocupan los Países Bajos, se ve obligada a pasar a la clandestinidad y, con documentos de identidad falsos, logra ganarse la vida como puede hasta el final de la guerra. Mas tarde, siempre comprometida con causas sociales, militó activamente en movimientos en pro de la igualdad de las mujeres.
Esta es la historia muy resumida de Eva Marianna Besnyö, una niña que no se separaba nunca de su cámara Kodak Brownie, mientras recorría con su amigo Endre Ernö Friedmann las calles de Budapest. Aquel muchacho apodado en esa época como Bandi, se interesaba cada día más por la afición de su amiga. Nosotros le conocemos hoy en día como Robert Capa.
Ambos pertenecían a una generación de fotógrafos húngaros, nacidos a principios del siglo XX que tuvieron que abandonar Hungría y esparcir su talento refugiándose en la Europa occidental. Con Besnyö y Capa estaban, André Kertész, Gyula Halász (conocido por Brassaï), László Moholy-Nagy y Martin Munkácsi. Lamentablemente la obra de Eva Besnyö, nunca alcanzo el reconocimiento de sus colegas varones.
Eva Besnyö tuvo siempre un comportamiento políticamente activo. Junto con otros fotógrafos (Capa y Moholy-Nagy) e intelectuales asistió a talleres y conferencias impartidas por la Escuela de Trabajadores marxistas, con la que colaboró realizando fotografías del mundo obrero berlinés.
Antes de mudarse a Berlin, Eva aprendió fotografía pese a los recelos de su padre, que hubiera querido que estudiase una carrera universitaria. Un libro publicado en 1928, Die Welt ist Schon (El Mundo es Bello), del fotógrafo Albert Renger-Patzsch, marcó por completo el futuro de su carrera como fotógrafa. Con este libro daba comienzo el movimiento de la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit). En el aparece una colección de cien fotografías muy precisas y nítidas, con claridad científica, de formas naturales que se repiten, bodegones industriales y objetos producidos en masa. Este movimiento, que implicaba un giro hacia el compromiso pragmático y documental, nacía como contrapartida al idealismo romántico de los expresionistas. Eva Besnyö se propuso ser parte de ese movimiento, comenzó a disparar desde ángulos inusuales, buscando lineas diagonales, con una claridad desapasionada pero también, quizás por su mirada femenina, añadiendo cierto grado de compasiva humanidad, sin caer en sentimentalismos.
En un camino intermedio entre el acercamiento de Renger-Patzsch a fotografiar cosas y el de August Sander al fotografiar personas como arquetipos, Besnyö uso los fundamentos de la Nueva Objetividad para explorar ese confuso territorio entre personas y cosas.
Tal vez debido a las obligadas interrupciones en su trabajo, no parece haber una marca característica que defina unitariamente su obra, y quizás ese es uno de sus alicientes. Cuando parece que ya le has pillado el sentido, este se te escapa entre los dedos. Desde las vistas aereas de escenas callejeras, el uso de las sombras, los hombres trabajando Alexanderplatz, los anuncios, las ruinas de Rotterdam tras los bombardeos, los bañistas en los lagos de Wannsee y los retratos de mujeres realizando «trabajos de hombres», Besnyö cubre un amplio abanico temático.
Le encantaban las tomas cenitáles, donde las sombras, más o menos alargadas según la hora del día tomaban gran protagonismo.
Uno de los temas que trata Besnyö de forma especial con asiduidad desde los años treinta, son los niños. Es sus fotografías de niños jugando por las calles de Berlin o Amsterdam podemos percibir, profundamente implicados como espectadores, el encanto de la inocencia, la sucesión de momentos y cierto sentido de anticipación.
Durante los años setenta con 60 años de edad, comenzó a documentar el movimiento feminista de las Dolle-Mina, formando parte activa de la organización durante seis años.
En una entrevista de 1991 comentaba:
«En un principio, la forma era más importante para mí que el contenido. Lentamente esa tendencia cambió hasta la llegada del feminismo, de repente el tema se hizo protagonista. La forma es esencial para mi. La composición es importante, y me hubiera traicionado a mi misma si no hubiera tenido esto en consideración, que por un tiempo fue así. Espero haber encontrado el equilibrio entre forma y contenido»
Eva Besnyö, 1970- 1971)
Dolle Mina, Amsterdam 1976, Eva Besnyo
Eva Besnyö ha sido reivindicada como la «Gran Dama» de la fotografía holandesa. En 1980, cuando tenía 70, rechazo el titulo Ritterorden (título de caballero) que le ofrecía la Reina Beatriz. Más tarde, en 1999 se le concedió el Premio Erich Salomon, un premio a la trayectoria profesional otorgado anualmente por la Sociedad Alemana de Fotografía que sí aceptó.
Murió en la localidad de Laren, Paises Bajos, el 12 de Diciembre de 2003.
En este documental, con subtítulos en inglés, fue grabado por su colega Leo Erken durante tres años, fue terminado y publicado unos meses antes de la muerte de Besnyö. Por razones de privacidad no se puede insertar pero podéis verlo en vimeo.
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14 diciembre, 2015 en 12:51 pm
Hola, me pregunto por qué las fotografías no tienen los títulos, lugar y fecha.
La fotografía de las milicianas que tienes es de Gerdda Taro, de un especial aparecido en Regards en Noviembre del 36.
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24 noviembre, 2016 en 6:00 pm
Gracias María por tu observación, lo corregiré. No siempre es fácil encontrar toda la información de las imágenes pero agradezco mucho que me ayudéis a corregir los errores que pueda cometer.
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